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Desperté en la mañana y me preguntaba si ésa voz en mi sueño era, quizás, Dios, y el saco pesado era mi extraña enfermedad. También tomé la posibilidad que se tratara de algo que había visto antes en alguna parte o en la televisión y que luego el subconsciente lo plasmó en mis sueños.




La confesión de mi problema.
Pasaron los años y yo seguía con ese problema y lucha mental, había días que eran más difíciles que otros.
A los 14 años podría decirse que era como un niño normal, estudiaba, jugaba fútbol etc... Pero había algo distinto en mí, el problema mental que a nadie había confesado. En la enseñanza media era amistoso y amigo de mis amigos, pero había algo que nunca pude comprender y era lo cruel que podían ser algunas personas con el prójimo. No sé si es por inmadurez o alguna otra cosa, pero cualquiera que tuviere un defecto era el blanco de las ácidas bromas de algunos compañeros. Nunca me gusto eso, ni participaba de esas bromitas, siempre me preguntaba si a ellos les gustaría que le hicieran lo mismo, yo creo que no.
Había una compañera de otro curso que me gustaba, era una ilusión, el primer amor. Un día muy tímidamente le confesé lo que yo sentía por ella y para mi grata sorpresa, ella me dijo que sentía lo mismo por mí. Me alegré mucho, sentí algo que nunca había experimentado antes. Ése mismo día en el recreo, fui con ella hacía un sector donde habían muchos árboles, parecía un bosque y nos dimos un beso en la boca, ése fue mi primer beso. Fue algo maravilloso, nos abrazamos hasta que el recreo, muy a mi pesar, terminó, ¡Pero mi jornada contaba con dos recreos!, salimos al siguiente recreo y nos dimos nuestro segundo beso.
Como han de suponer, yo estaba en las nubes, mi cerebro rebosaba de endorfinas y sentía un placer por la vida, aunque padeciera el ya mencionado “problema” mental.
Al término de clases yo y mi nueva noviecita nos fuimos juntos. La fui a dejar a su casa y nos dimos el tercer beso, jajaja me sonreía la vida. Cuando llegué a mi casa mi madre me encontró distinto ya que la alegría se me salía hasta por los poros de la piel. Me preguntó que me sucedía y yo le conté todo. Todo eso era algo nuevo para mí y me dormí muy contento esa noche, incluso sin pensar en ése enemigo mental que me atormentaba ya desde hacía 3 años atrás. Pero al día siguiente sucedió algo que me desconcertó tremendamente.

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