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Fuimos al médico un día viernes. Llegamos a la consulta y me examinó completamente y no encontró nada anormal solo dijo que encontraba extraño que el golpe fuera a causa de una caída y no de un puñetazo y yo al verme acorralado les dije toda la verdad a él y a mi madre. El médico, el cual era uno general, nos dijo después que un examen de imagen cerebral no era necesario.
Con el pasar del tiempo la melodía era constante en mi mente y yo me preguntaba si esto era normal, ¿Cómo podían vivir las personas con algo así?. Algunas veces por las mañanas despertaba sin ése pensamiento pero cuando lo recordaba se me caía el mundo. Siempre estaba presente, como telón de fondo, como ladrón esperando la oportunidad de entrar en mí conciencia y quedarse pegada en ella. Y todo esto me lo guardaba en silencio ya que tenía el temor vívido de que si le contaba a alguien más sobre esto, ésta persona también iba a contagiarse y sufrir lo que yo padecía e iban a perder la voluntad sobre sus pensamientos. ¡Ni pensar en contárselo a mis padres y hermanos!, los quería demasiado y nunca se los diría. Imagínense para un niño de once años que está recién descubriendo la vida, encontrarse con éste callejón oscuro, ésta calle sin salida. Me reprendía yo mismo por habérseme ocurrido ése “experimento” que me llevó a descubrir eso que en mi mente pensaba que era prohibido y tabú. Me cuestionaba y me preguntaba ¿esto es normal? Y si es así, ¡que terrible es la vida que viven las personas las cuales tienen que luchar constantemente contra su mente!. Había descubierto que yo no tenía completa voluntad sobre mis pensamientos y para mí eso era terrible y frustrante.
Me crié en una familia católica y todas las noches oraba al altísimo para que me quitara éstos pensamientos y sensaciones de mi cabeza, oraba hasta que me salían lágrimas a causa de la pena y angustia que me provocaba ésto. Y todo lo sufría en silencio.
Pasó el tiempo y yo trataba de hacer una vida normal, a pesar de ése ser satírico y abstracto que estaba en mi cabeza y lo peor de todo, un ser creado por mí. Un día se me ocurrió sin querer y sin desearlo ¿podré dormir con esta melodía en mi mente?. Dios, era como si una parte de mi cerebro me llevara la contraria e hiciera todo lo opuesto a mi voluntad y además con un marcado tinte negativo. Es difícil explicar con palabras lo que sentía al no poder dormir, era una angustia enorme pero más me aferraba a la oración. Con el transcurso del tiempo pude asimilar un poco más esto, a preocuparme en ser un niño normal, jugar, reír y tratar de ser felíz. Pero era difícil.
Me costó mucho sacar mis estudios adelante ya que éstos “pensamientos de contradicción”, como les llamaba yo, interferían en cada cosa de mi vida. Para estudiar a veces tenía que hacer un doble esfuerzo, primero tratar de luchar contra ése ser en mi cabeza y además tratar de memorizarme la materia. Habían días en que espontáneamente podía estudiar sin ningún problema, hasta que, recordaba mi mal mental y éste entraba en acción “no te concentres, no te concentres” decía. Era difícil luchar contra eso.
Cuando despertaba en las mañanas me decía a mi mismo – Otro día mas de calvario y lucha-, así de profundo era mi problema. Algunas veces me hablaban y yo me encontraba como en una burbuja, luchando contra éstos pensamientos, estaba como se dice, en la luna.
Le preguntaba a Dios porque yo padecía esto. Que feo se ve mi futuro con éste problema, ésta es una carga que nunca quise llevar conmigo. Me imaginaba como sería mi vida en adelante, siempre con esto en mi cerebro, en mis pensamientos.
Me iba bien en la escuela, era uno de los promedios más altos, a pesar de todo. A veces cuando tenía que estudiar un libro para una prueba, ése ser interior me atacaba, y si el libro era de ficción, el pensamiento me decía “No lo leas, eso es ficción es mentira, no te sirve” y aunque yo colocaba todas mis fuerzas para ignorarlo, los pensamientos eran mas fuertes y lograban que yo no me concentrara.
Una noche tuve un extraño sueño. Me veía a mi mismo cargando un pesado saco, caminando sobre un camino lleno de piedras que me hacían aun mas difícil mi andar y escuchaba una voz que me decía “va a ser duro tu camino, ése saco es muy pesado, pero no te preocupes, yo siempre te acompañaré”

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